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Blog de Kami

Vergüenza ajena

Viernes por la noche. Voy de cena con los compañeros del trabajo para despedir a uno de ellos que ya no quiso trabajar más para nuestra querida empresa.

Básicamente tapas y birras. Unos futbolines, aunque yo no juego por lo malo que soy, y más birras. La noche promete. Por lo menos en cuanto a risas.

Llegamos a lo que fue el epicentro de la fiesta en Tarragona y que está en auténtica decadencia. El puerto deportivo.

Nos metemos en un garito en el que estamos los 6 integrantes del dividido grupo de 10 inicial y 6 mozas que pasan el rato degustando chupitos.

En un momento dado, a alguien se le ocurre que podemos invitar a las chicas a una ronda de chupitos, a lo que la mayoría respondemos que no. Entre los dos más borrachos reunen el dinero y las invitan. Los demás miramos al suelo con no poca vergüenza ajena.

Ellas se beben los chupitos sin el más mínimo signo de agradecimiento y a los 5 minutos se largan sin mediar palabra o saludo.

Los que en su momento dijimos que no las invitábamos, no dejamos de reirnos mientras comentamos lo que pensarán en la oficina cuando lo contemos el lunes.

Eso sí, de desagradecidos, está el mundo lleno. 

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