Acelerando
Mi vida está comenzando a funcionar un poco a marchas forzadas.
He vivido unas semanas de stress entre entrevistas, ofertas tentadoras, viajes a oficinas centrales, contraofertas...
Es jodido que tengas que decir que te marchas de una empresa, para que ésta te tenga en cuenta y te dé lo que te mereces. Y más para mi que no soy persona de ultimatums.
Pero, qué importa. Lo que realmente importa es que te tengan en cuenta, que confíen en ti y que prefieran que no te marches.
Al final, aún sintiéndome un mercenario de la tecla, han conseguido que me quede y estoy a la espera de que lleguen algunas mejoras.
Una mejora económica, un aumento en la responsabilidad, un cambio de tecnología y, muy posiblemente, el miedo al cambio en un momento en el que necesito cierta estabilidad, tienen la culpa de que me quede en mi puesto de trabajo.
Aparentemente, las cosas van a mejor y la empresa está invirtiendo dinero para crecer. Aprovechémonos de la situación.
Pero eso no es todo:
- Ésta última semana hemos cambiado de oficina a una que, bajo mi punto de vista, es mejor. Más ámplia, más fresca, mejor ventilada y luminosa.
- A final de mes, se casa la hermana de mi pareja y me toca ir vestido de chaqué. Fijo que cae una foto vestido de pingu.
- Justo cuando se nos haya pasado la resaca de la boda, firmaremos la hipoteca de nuestra casa para un montón de años. Podemos hacer lo que todo el mundo o arriesgarnos, aún no lo tengo claro. Ya iré contando.
A ver si puedo aminorar un poco la marcha, aunque, de momento, aguanto el ritmo.
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