Carnaval

Odio el carnaval.
Por lo menos en la forma en la que lo vivimos aquí.

Intenta ser una superfiesta y lo único que es, es una manada de payasos que van delante de autobuses antiguos llenos de altavoces intentando hacer más ruido que el autobús que les precede. Ensuciando las calles de de unos papeles pequeños que si los cortas con gracia y son de colores, no pasa nada y además son graciosos: el confetti.

Si en otra época del año, se te ocurre llenar de mierda las calles por tu cuenta, seguro que te llevas una multa, pero en carnaval, mola.
Si un día te da por gastar un montón de papel tirándolo por las calles, tienes a los ecologistas en la puerta de tu casa, pero en carnaval, es divertido.
¡Patético!

Nunca me ha gustado disfrazarme y sigo igual. Creo que ya nos degradamos suficiente durante el año levantándonos cada día para la rutina del trabajo, como para acabar un día vestidos del personaje de moda de la tele o del típico disfraz masculino, de mujer.
Todo el año dándoselas de machos con pelo en pecho, renegando de los homosexuales y en carnaval vestidos de mujer.
¡Lamentable!

¿Cifras?
En Salou, 22 toneladas de confetti. Y orgullosos, oye.
En mi ciudad, ni idea, pero es bochornoso, seguro.